miércoles, 7 de octubre de 2015
Derecho a vivir: Derecho a un nombre y apellido
Derecho a vivir: Derecho a un nombre y apellido
El aborto no es un tema resuelto, es una cuestión que divide a muchos que tienen opiniones certeras y válidas, ya sea a favor o en contra. Dicho esto, hay situaciones que ameritan compartir historias personales, para que nos pongamos en el lugar del otro o simplemente para que podamos entender el porqué de estas posturas.
Quiero compartir la historia de mi madre, porque las mujeres son las principales protagonistas de esta situación. Mi mamá estaba esperando a su cuarto hijo, cuando yo tenía apenas nueve años. Los doctores le advirtieron que el proceso del embarazo iba a ser muy difícil, pero su fe en Dios la hizo seguir adelante.
Cuando llegó al octavo mes de gestación, las cosas se iban complicando aún más, la guagua ya no estaba alimentándose, tenía el corazón muy débil y el panorama no era grato, la criatura que mi progenitora guardaba con amor en su vientre, iba a morir.
Imagino que por su mente pasaron millones de pensamientos y sentimientos de amargura, angustia, tristeza, sobre todo después de escuchar las sugerencias de los médicos de que abortara, (porque en el año 1988 ya se contaba con el aborto terapéutico), incluso llegó a decirle a mi padre que si el doctor le daba la opción de elegir, que optara por el niño, pues la creencia en un ser superior, como lo es Dios la mantuvo de pie, atada a un milagro o a sentir que las cosas pasan por algo.
Al momento del parto, tal como lo adelanté, mi hermano ya venía muerto. Ante tan dolorosa situación, mi madre siguió mostrando la fuerza que la caracteriza y decidió colocarle un nombre, José Antonio.
Cuando llegó el momento de que lo entregaran en un ataúd blanco, me lo pasan a mí, el hijo mayor. Recuerdo que el llanto que recorría mis mejillas era distinto a cualquier otro llanto digno de un niño de esa edad. La pena me embargaba profundamente, tal vez, fue la primera vez que me sentí un adulto, dejando atrás los sollozos por retos, castigos o travesuras.
Le quiero dar las gracias a mi madre, porque ahora que soy padre, puedo afirmar que para nadie es fácil criar, pero hacerse cargo de sus hijos aún con el tremendo dolor que golpeaba su alma, es para mí, realmente admirable. Quiero agradecerle por llegar al final del embarazo, por darle un nombre y un apellido a ese niño, porque pese a que mi hermano no pudo palpar el mundo, si tuvo la oportunidad de ser reconocido y seguir vivo en la mente y corazón de cada una de las personas que conforman nuestra familia.
Comparto mi testimonio con ustedes, porque mi lucha por la vida tiene un trasfondo, todos los niños necesitan un nombre y un apellido, tener una historia nazcan como nazcan, ser recordados y que en esa alusión exista igualmente una parte de alegría porque les dimos la oportunidad de existir.
Nosotros vamos a ser esa voz que ellos no pueden tener. Esa voz silenciosa, esa libertad que ellos están exigiendo. Prometo luchar incansablemente, para que esos millones de niños que están muriendo en el mundo, tengan un nombre y un apellido tal como José Antonio Gazmuri Sanhueza y podamos conocer sus historias.
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2 comentarios:
Su escrito me ha emocionado y comparto enteramente tanto el fondo como la forma en que usted expresa éste grave y dificil tema que ha tomado proporciones gigantescas en el mundo entero.
No puedo escribir en castellano en su sitio porque no poseo el teclado en castellano, solo puedo hacerlo desde mi computador directamente.
Desde Paris le envio a usted Senor Alejandro Gazmuri mi comentario por correo electronico que espero pueda publicarlo es su sitio siguiéndo su autoridad absoluta de las publicaciones, tal vez pueda colaborar en su lucha con mi opinion desde este territorio que ha perdido todos los valores humanos, me refiero a Francia, a Europa.
Lo saluda atentamente
Nadezhda Gazmuri-Cherniak
Es broma?... Debieses ocultar esto. No crees?
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